La sorpresa de saber que no va a ser posible por métodos naturales sume a la persona en una gran frustración al no poder ver cumplido su deseo (y obviamente el de su pareja) a la hora de poder tener hijos, y esta sensación de fracaso suele acompañarse de una sintomatología psicológica asociada a la infertilidad. Tras el impacto de la noticia, la persona suele entrar en un estado de shock que le aleja de la realidad e incluso le empuja a negarla en un principio.
No es infrecuente en estos casos que se acuda a otro profesional que corrobore o desmienta el diagnóstico pues uno no acaba de creer que eso le pueda estar ocurriendo a él. Tras la confirmación definitiva, se suele pasar por una fase en que hay una profunda preocupación por el tema y el embarazo llega casi a convertirse en una obsesión. La pareja se ve afectada y es en ella donde suele proyectarse la rabia, apareciendo el sentimiento de incomprensión y favoreciendo el aislamiento y la falta de comunicación con el otro. Es fundamental en este momento recibir todo el apoyo y comprensión del cónyuge para poder salir adelante y superar esta fase inicial que puede acabar sumiendo a la persona en una profunda pena y tristeza.
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