lunes, 21 de noviembre de 2011

Amor y el humor ¿incompatibles?





El amor y el humor en la pareja cobran un sentido profundo en el día a día. No porque se rían todo el tiempo serán más felices, pero sí que está claro que si no existe la posibilidad de risa o si siempre está en alguien que lo dispone en la burla o si siempre se apoya en uno sólo, no es lo ideal. La pareja debería sentarse, aunque sea, a mirar programas cómicos para descomprimir lo cotidiano.
No se trata de ser un o una buen narradora de chistes, que todo el mundo puede serlo, o acordarse de todos los chistes, tanto los de su país o de la comunidad de origen, sino de dar el espacio diario a reírse, incluso de uno mismo.
¿Quién no conoce los chistes de la suegra, la nuera, la cuñada, la vecina, los colmos, los feministas, los machistas, los verdes, los picantes, el humor negro, las adivinanzas? Todas las culturas los poseen y nos hablan de sus valores y de la vida de cada día. Pero también están los que pasan las fronteras del respeto, algo que la pareja más que silenciar necesita negociar.
En numerosas culturas cuando muere alguien se cuentan chistes, en las despedidas de solteros también se hacen bromas, cuando alguien está enfermo para animarle, en los postres de las comidas con amigos, cuando algo no sale como esperábamos para animarnos o bien se envían por mail. El humor tiene infinitos espacios, por lo que arrinconarlo o usarlo todo el tiempo podría resultar una mampara para no ver o enfrentar el estilo de relación que se mantiene, para tapar dificultades, e incluso para generar relaciones de poder muy concentrado si siempre es el mismo el que se ríe o no se permite reír, es decir pensar.

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